Barra García y Robles Berlanga en Tiempos de los López

Desde el inicio del sexenio de José López Portillo (1976-1982), cuando en la vorágine de su campaña anticorrupción se ordenó el arresto y proceso penal en contra Felix Barra García, en el gobierno mexicano no se había vuelto a encarcelar a un exsecretario(a).

Con la finalidad de contextualizar el caso de Rosario Robles Berlanga y la postura del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre el mismo, hemos tomado el siguiente trabajo periodístico de Elías Chávez, publicado en la Revista Proceso en mayo del 1983, casi seis años después de la aprehensión de Barra García, quien fuera secretario de la Reforma Agraria en el mandato de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976)

LOPEZ PORTILLO, EJECUTOR DE LOS CORRUPTOS DEL ECHEVERRISMO, CONCLUYO SOLAPANDO A LOS SUYOS

Igual que Miguel de la Madrid, José López Portillo construyó un patíbulo para ejecutar, al principio de su sexenio, a exfuncionarios echeverristas corruptos, tal como ahora se ajusticia a colaboradores del gobierno anterior.

E igual que De la Madrid, López Portillo empezó a construir el patíbulo desde cuando era candidato a la Presidencia de la República: pretendía erradicar la corrupción, a la que llamó “cáncer de la nación” y cuyo origen se remontaba, según decía, a su Alteza Serenísima Antonio López de Santa Anna, quien “al mismo tiempo fue `relajiento’, `abusado’ y `chicharronero’”, y que “por conjugar en su persona esas tres características, nos hizo perder más de la mitad de nuestro territorio”.

Fue el 10 de octubre de 1975, en Ajuchitán, Querétaro, donde el entonces candidato a la Presidencia clavó la primera tabla del patíbulo y clasificó a los tres tipos de funcionarios y de políticos corruptos:

—”El `chicharronero’ es aquél que afirma: `aquí nomás mis chicharrones truenan”; cualquier orden establecido antes lo desdeña y lo desprecia, porque no es suyo La soberbia y la irresponsabilidad van de la mano Es el hombre del `antes de mí, el diluvio, después de mí, qué importa’ Revela, de una parte, su nula conciencia histórica, lo que lo desubica de su colectividad y, sin duda, entraña su sentido de la proyección, lo que lo hace un ser peligroso socialmente”.

—”El `relajiento’ es aquél que relaja el orden, sacrificándolo a la expresión, a la explosión de la carcajada, al trueno del cohete, a la vivencia inmediata que lo divierta, que deforma el orden, que en ocasiones lo destruye”.

—”Respecto al `abusado’, no sé el origen etimológico de la palabra `abusado’, pero suena a abuso, es el que abusa por su muy alta calificación de sí mismo, es ser un privilegiado que ha engañado a quienes se han formado a la cola para comprar un boleto, o es el que se siente `abusado’ porque es mal comerciante: el acaparador, que compra vacas flacas, en un lado, para vender bisteces en otro, a grandes precios y que, orgulloso por haber realizado un buen negocio, se regodea también de su riqueza”.

Y así como el candidato De la Madrid encontraba en su campaña que la inmoralidad pública “está provocando ya reacciones de angustia y de reclamo”, el anterior candidato, López Portillo, descubría, el 22 de noviembre de 1975:
“México corre el riesgo de devorarse a sí mismo si no logramos controlar la corrupción, y eso depende de ustedes y de nosotros; debemos hacerlo juntos y pronto”, exhortaba a los reunidos en la plaza principal de Guadalupe Victoria, Durango.

Pero para evitar aceleramientos, también en noviembre de 75 López Portillo decía:

“Lo importante no es tanto encontrar culpables, sino encontrar soluciones”, advertencia similar a la que De la Madrid hacía el 1o de febrero de 82, en La Paz
“No queremos que la renovación moral de la sociedad pueda convertirse en muro de lamentaciones o en una cacería de brujas”.

López Portillo condenaba, como candidato, el nepotismo que luego practicó:
“Soy amigo, tengo amigos, pero la amistad no deformará jamás mi función pública No tengo parientes, no tengo amigos, no tengo nada que deforme mi propósito firme, recto, de servir, en su oportunidad, a todos los mexicanos. No habrá influencias, no habrá más que la fuerza de la ley y el propósito, hasta donde podamos, de lograr bienestar y justicia para todos los mexicanos”.

Estas frases de López Portillo fueron recordadas en la III Reunión de la República, por el entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y ahora senador, Agustín Téllez Cruces, quien aprovechó la oportunidad para comentar:

“Esta afirmación —la de López Portillo— coincide con la actitud del juez en el desempeño de sus funciones El Presidente, señores, tiene madera de juez”
Ciertamente, el gobierno lopezportillista había empezado a juzgar a exfuncionarios echeverristas: Félix Barra García y Alfredo Ríos Camarena eran los primeros
El 23 de septiembre de 1977, Barra García se convertía en el primer secretario de Estado detenido por orden de la Procuraduría General de la República, acusado de extorsión y fraude.

Por esos mismos días, el gobierno mexicano había iniciado juicio de extradición contra Alfredo Ríos Camarena, que se encontraba prófugo en Estados Unidos, acusado de fraude en perjuicio del Fideicomiso Bahía de Banderas, del que había sido director durante el gobierno de Luis Echeverría.

Eran días también en que López Portillo hacía un “enérgico llamado” para poner fin a la corrupción “que tiene efecto inmediato en la economía de los grupos de menores recursos”, y “secuencias muy graves que van envenenando al país”.

Y el 5 de diciembre de 77, en entrevista por televisión, el entonces Presidente de la República volvió a usar la clasificación que había hecho, como candidato, de los políticos y de los funcionarios corruptos: “chicharroneros”, “relajientos” y “abusados”:

“Las tres enfermedades anteriores —dijo— ayudan a crear el ambiente de corrupción y se sintetizan —insistió— en Su Alteza Serenísima Santa Anna, por cuyas tres enfermedades perdimos la mitad de nuestro territorio”
Y aseguró que la corrupción nos estaba llevando a una sociedad “en la que todos nos engañamos”.

Tres meses después, en marzo de 78, Eugenio Méndez Docurro —en ese momento subsecretario de Educación e Investigación Tecnológica de la SEP—, era encarcelado por fraude y peculado, cometidos en 1975, cuando era secretario de Comunicaciones en el gobierno echeverrista.

La detención de Méndez Docurro causó estupor, más aún cuando el encargado de hacer funcionar el patíbulo, el procurador Oscar Flores Sánchez, acusó de corrupto al gobierno de Luis Echeverría:

“Estamos convencidos de que usted —dijo a Méndez Docurro— fue víctima de la dolorosa corrupción que está pasando y pasó en el sexenio pasado nuestra nación”.

En aquella ocasión, ni Echeverría, que estaba de embajador en la UNESCO, ni ninguno de los políticos que hicieron suya la obra echeverrista, abrieron la boca para refutar a Oscar Flores Sánchez.

Por el contrario, más se espantaron cuando, un mes después, Fausto Cantú Peña, joven economista que de orador en la campaña presidencial de Echeverría había saltado a la dirección del Instituto Mexicano del Café, era detenido y acusado de evasión fiscal y contrabando.

Quien habló fue el presidente López Portillo En un desayuno con corresponsales extranjeros, el 29 de junio dijo:

“Uno de los ofrecimientos fundamentales que hice en mi campaña política fue combatir la corrupción, donde quiera que la descubriera, donde quiera que alguien se atreviera a hacer una denuncia y aportara pruebas. Mi compromiso era actuar en consecuencia El régimen político de ninguna manera está fundado en el solapamiento de la corrupción y de los malos funcionarios La estructura no se sustenta en el disimulo u olvido de las leyes. Lo estamos acreditando Llegaremos hasta donde sea necesario en el ataque a la corrupción”.

Y así como el presidente De la Madrid creó la Contraloría General de la República y reformó leyes para combatir la corrupción, López Portillo, a su vez, también hizo reformas con el mismo fin Una de ellas la anunció el mismo día en que asumió la primera magistratura:

“Las modificaciones a la Ley Orgánica de la Contaduría Mayor de Hacienda persiguen como propósito fundamental fortalecer la facultad que el Congreso tiene de verificar con amplitud el ingreso y el gasto público, revisar que el presupuesto se cumpla; precisar la justificación, utilidad y honradez con que se realicen las erogaciones; aplicar, en su caso, las disposiciones sobre responsabilidad de funcionarios públicos y efectuar, con amplitud, el examen de la cuenta pública y las investigaciones, visitas y auditorías conducentes.

De este modo, la representación nacional acataría plenamente su función de órgano supremo de fiscalización; los representantes del pueblo de México asumirían la responsabilidad cabal y la facultad suprema de cuidar la aplicación recta y ordenada de sus recursos, fortaleciendo así la división de poderes”.

Pero de pronto el ataque a la corrupción cesó El patíbulo dejó de funcionar Y a pesar de que el 15 de noviembre de 1979 López Portillo había enviado a la Cámara de Diputados un proyecto de Ley de Responsabilidad de los Funcionarios y Empleados Públicos, el procurador Oscar Flores Sánchez se mostraba insatisfecho, frustrado.

Así lo confesó el 8 de abril de 1980, en una entrevista:

“Cuando mucho —dijo— la corrupción se ha logrado combatir en uno por ciento, tanto en el sector público como en el privado” Y condenó el hecho de que muchos funcionarios, a quienes se les demostró su participación en hechos delictuosos, eran recontratados en otras dependencias oficiales
“Es necesario —añadió— que se acabe con el compadrazgo y el amiguismo que nos ahoga y que fomenta la inmoralidad Muchos de los consignados actualmente trabajan en dependencias oficiales, gracias a que el amigo o el compadre les ha tendido la mano”.

La famosa “campaña moralizadora” no sólo había cesado, sino que prácticamente daba marcha atrás En septiembre de 1980, el presidente López Portillo, que dos años antes había exhortado a presentar denuncias y pruebas contra funcionarios corruptos, ahora decía:

“No levantemos el dedo flamígero de la condena para adquirir prestigio apostólico y neguemos la mano para el esfuerzo solidario Diagnósticos críticos, sí; pero, también, remedios y trapitos No le ladremos a la caravana, incorporémonos a ella”.

Pero los perros seguían ladrando, a pesar del reclamo presidencial En noviembre de 1981, el fiscal especial del gobierno, Javier Coello Trejo, dijo que en los últimos cinco años se habían recuperado unos 11mil millones de pesos, pero que dicha cantidad no representaba “ni el uno por ciento de lo que se han robado” 700 funcionarios y exfuncionarios de la actual y anterior administración, así como 500 empresarios del sector privado.

Uno de los escándalos más recordados, que dejó expuesto a la vergüenza pública al sistema político mexicano, fue el del exdiputado y exsubdirector del Banrural, Miguel Lerma Candelaria, acusado de un fraude por 5,000 millones de pesos.

Hasta el momento, Lerma Candelaria sigue prófugo Cuando pudieron detenerlo, una maraña de complicidades fortaleció el escudo que le proporcionaba su fuero de diputado federal.

Como tampoco hicieron algo al exgobernador de Coahuila, Oscar Flores Tapia, acusado de enriquecimiento inexplicable por más de 2,000 millones de pesos Y era que la “campaña moralizadora” de López Portillo había pasado de moda desde hacía ya mucho tiempo.

Ahora, López Portillo acusaba de corruptos a quienes denunciaban la corrupción, y se empeñaba en destruir hasta los cimientos el patíbulo por él erigido al principio de su mandato:

“Nada ganamos con cazar brujas oficiales y mucho con hacer conciencia y asumir responsabilidades solidarias”, decía en su último informe de gobierno Eran días en que el mismo Jefe del Ejecutivo empezaba a ser acusado de nepotismo y se cuestionaba su fortuna y su eficiencia como gobernante.

Algunos lo acusaban de “chicharronero”, “relajiento” y “abusado” Lo cierto es que dejaba al país hipotecado, hundido en una de sus mayores crisis Había dejado crecer el “cáncer de la corrupción” Pero en ese mismo su último informe, López Portillo culminaba:

“salgo y saldré con las manos limpias de sangre y de recursos mal habidos He combatido la corrupción hasta llegar al escándalo No me arrepiento La catarsis actual es su resultado”.( Elías Chávez/Revista Proceso, 14 de mayo del 1983)

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