Hoy supe que este 21 de marzo se celebra el Día internacional del poeta. No se me da eso de las celebraciones y conmemoraciones, pero me place enterarme que el la fecha todavía se celebra, pues malo fuera que se conmemorara que, según vamos en este mi país cada día más inculto, será cosa de poco tiempo.

Y sí. Aún quedamos amantes lectores de la poesía y admiradores de tantos y tantos autores que por siglos han plasmado en versos sus talentosas virtudes.

Miles de ellos viven en los cajones de la historia con asombrosas obras que han trascendido tiempos y fronteras, muchos otros son contemporáneos y luchan para que un día sus rimas los distingan.

Pero aprovechando el tema, se me antoja recordar a un personaje mexicano nacido en el 1900 y muerto en el 1944 que, por su especial condición y particulares circunstancias, en su momento su obra no pudo ir más allá del entorno en que se desenvolvió.

Carlos Rivas Larrauri creció con el Siglo XX; de niño en la región minera de Pachuca, de joven en las vecindades  y barrios de la Ciudad de México y de adulto en las distintas pulquerías y mercados de la Capital.

Antes del salinato, cuando todavía en México en Educación Básica se impartía la materia de Literatura, cientos de autores locales y extranjeros se mencionaron en los libros de texto, caso que no fue el de Rivas Larrauri.

Sin embargo, una de sus poesías fue por décadas muy socorrida en los festejos  del calendario escolar. Así como se recitaban las coplas relativas a la madre, al maestro o se aludía al niño inquieto con el “Mamá, soy Paquito, no haré travesuras”, no faltaban maestros o alumnos que salieran al templete con:

No es por hacerles desaigre… /Es que ya no soy del vicio… /Ustedes me lo perdonen, /Pero es que hace más de cinco /Años que no bebo copas, /onque ande con los amigos…

“¿Por qué me quite del vicio”? sigue siendo el emblema de la obra Carlos Rivas, incluso llevado al cine, creo que por el actor Julio Alemán.

Como lo describe Carlos Eduardo Díaz, en el portal “Mexicanísimo”, otros títulos de poemas de Rivas Larrauri son igualmente emblemáticos: “¡En las mesmas losas!”, ¡Ansinita mesmamente!”, “No liaunque que nazcan chatos”, “Probecita de Remedios”, “¡Más vale no tener madre!”, “Yo lo desculpo”. “Pue’ que me rajara”, “Presagio”, “La pobrecita de Inacia”,”No pasa del corredor” y más.

Desde muy joven enfermó de alcoholismo cuyas consecuencias lo llevaron a mantenerse prácticamente de las dádivas de sus vecinos y amigos, ya que por ello no pudo sostenerse en empleo alguno. Y así fue hasta su muerte.

Algunos de sus amigos, que creían fielmente en él, reunieron dinero y voluntad y lograron editar un pequeño libro en el que se encontraban todos los poemas que hasta entonces había publicado en revistas. El título del libro fue “Del arrabal”. Era el año de 1931 y desde Tlaxcala comenzó a circular el librito con 26 poemas y un tiraje de 300 ejemplares. Tres años más tarde, el tiraje aumentó a mil, después a mil 5 Incluso después de la muerte del poeta, su obra continuó difundiéndose entre declamadores y ciertas revistas de curiosidades. En vida, Carlos alcanzó a ver publicados otros dos libros de su autoría: “Rimas del pueblo” y “Diez romances y otros poemas”. Las últimas ediciones de “Del arrabal” –publicadas a finales de la década de los noventa– incluyen 43 poemas y un glosario de término utilizados.

En su momento la influencia de su estilo fue notoria, por lo que no se descarta que escritores y poetas de la época como Antonio Guzmán Aguilera hayan incursionado en esas formas, pues “La chacha Micáila”, de su autoría, está escrita en el lenguaje usado por el bohemio de Tepito y de la Candelaria de los Patos.

Aunque Carlos dominaba el caló, la tatacha, la tatacha-fu, el caliche, el caliche ratonero, el lenguaje alvaradeño y demás jerga callejera, no hablaba de este modo en su vida diaria. Al contrario; presumía una amplia cultura debido a que desde pequeño fue asiduo devorador de libros, lo que él mimo presumía como su primer vicio;  tal y como lo describe en su poesía “No pasa del corredor”, donde relata su asistencia a una fiesta “de etiqueta”, donde al ser presentado, por su excelso vocabulario, los asistentes no creyeron que ese personaje fuera el del léxico vernáculo, de palabras arrabaleras como: “tlapehue”, “achichincle”, “caerse cadáver”, “carranclán”, “chagüiscle”, “chínguere”, “ais”, entre otras.

Volviendo a nuestra realidad, ojalá el nuevo régimen retome las materias de Literatura, Ética y Civismo para el bien los generaciones que hoy cursan los primeros años de su educación.

reynaldo@elmejor.com.mx