Entre la Prudencia y la Intolerancia

Cuando un miembro de la clase política muere en situaciones sospechosas, de inmediato el populi levanta la voz buscando culpables. Unos por inocentes y chistositos, otros porque les encanta que la gente de un “me gusta” en su YouTube o Facebook, Twitter o reproducido en WhatsApp o mínimo en un moribundo correo electrónico. O por maliciosos y nocivos pero el caso es llamar la atención. Y lo malo es que lo logran, hacen temblar hasta al presidente.

Hay una tendencia muy humana de creer en lo que no deberíamos creer. Mientras la “noticia” sea más inverosímil más tendemos a aceptarla como cierta. Y lo estamos viviendo. Ahora hay quienes aseguran que Rafael Moreno Valle y Martha Erika Alonso fingieron su muerte para evadir a la justicia porque eran los más grandes huachicoleros del estado de Puebla. Toda afirmación requiere de un respaldo, de evidencias serias. Pero…

En el caso específico de las muertes del Senador y  de la Gobernadora no tenemos dato alguno  que nos lleven a lanzar la hipótesis de que sus fallecimientos fueron consecuencia de un complot o atentado y menos aún suponer  que haya responsabilidad del actual gobierno federal.

Lo que sí nos llama la atención es la inasistencia de Andrés Manuel López Obrador a las honras fúnebres. Debió asistir sobre todo porque ya tenía roces con la gobernadora. Cuando el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación validó el triunfo de la panista, AMLO respondió como morenista y no como Presidente de la República. “Fue una decisión equivocada, yo diría antidemocrática, pero se tiene que acatar porque ya hay estado de derecho, que no había en el país [y además] no fue una elección ni libre ni limpia”. Juró respetar la Constitución, a las instituciones y las decisiones que de ella emanen. Sin excepciones, sin lloriqueos, sin inconformidades. Debió simplemente acatar el fallo del TEPJD y no hacer comentarios fuera de lugar. Pero así es él.

¿Por qué no fue a Puebla? Insistimos ¿Por qué teme a los rumores infundados de unas cuantas redes sociales que responsabilizaron a su gobierno del hecho? Por favor, ¿tiene miedo a lo que digan de él –negativamente- en las que denominó, después de su triunfo en las urnas, “Benditas Redes Sociales”?

Vamos a ver. ¿Cuando los comentarios en las redes sociales le son favorables son “Benditas” pero si le son adversas, provengan de donde provengan, son “Diabólicas”?

Dice la sabia cultura popular: somos más culpables de lo dicho que de lo hecho. AMLO afirma no tener carga alguna en este lamentable hecho. Pero el que nada debe nada teme. ¿Por qué se lanza tan fuerte contra quienes él considera no solo enemigos de su persona sino del Estado? ¿por qué no los identifica con nombre y apellido?

Tal y como lo acostumbra él piensa que la mejor defensa es el ataque desaforado, irracional y sinsentido. Así, los términos “mezquinos”, “grupos conservadores” (aunque aclaró que no todos), “neofascistas”, “quienes están muy enojados por el triunfo de nuestro movimiento”, “grupos que por medio de boots actúan en el anonimato” abundaron en su acostumbrada comparecencia ante los medios de comunicación.

No hay peor enemigo de la democracia que desconfiar del gobierno en turno. Es lamentable que haya necesidad de traer especialistas en el extranjero que determinen las causas del siniestro para ver si así, se mendiga credibilidad. Su presencia en la Angelópolis le hubiese incrementado considerablemente su capital político. La figura de un hombre valiente dando la cara de frente a la adversidad suma puntos. Pero su ausencia lo muestró como desconfiado del pueblo que le otorgó el triunfo electoral. Y sí, señor presidente, durante su gestión no siempre serán aplausos. Habrá reclamos –justificados unos, injustificados otros- y tendrá que enfrentarlos. Una acusación anónima en redes sociales, suelta, floja, sin sustento que proviene de desconocidos no debe tener la fuerza como para hacer tambalear ni debilitar ni disminuir ni exponer la figura del presidente más popular de los últimos tiempos.

Mi álter ego se pregunta ¿de dónde obtienen los nombres y números telefónicos las compañías que ofrecen desde pañales hasta créditos bancarios? ¿No se supone que esa información es confidencial y que cuenta con candados?

reynaldo@elmejor.com.mx