A pesar de que el sistema se diseñó para soportar una crecida del Guaíba de hasta 6 metros, cedió a solo 4,5 metros porque a lo largo de los años se han robado motores que nunca han sido reemplazados, se han roto varias bombas hidráulicas y se han creado grietas de hasta 10 cm en las paredes desde las que se ha infiltrado el agua. Solo cuatro de las 23 bombas colocados en los diques funcionan adecuadamente.
Rio Grande do Sul, Brasil. Mientras prosigue el recuento de muertes y daños de la tragedia de Rio Grande do Sul, provincia del extremo Sur de Brasil, empieza también a hacer un primer balance de lo que se podría haber hecho tanto para prevenir como para mitigar la catástrofe.
El panorama que se perfila es dramático y en cierto modo contradictorio. Por un lado, la población, no sólo del estado afectado sino de todo Brasil, ha mostrado una solidaridad sin precedentes con toneladas de alimentos, agua y ropa enviadas con extraordinaria generosidad desde todos los rincones del país e incluso desde las comunidades brasileñas en el extranjero. Por otro lado, cada vez están más claros los errores y responsabilidades de los políticos, que a lo largo de los años han reducido los fondos y el mantenimiento de los sistemas anti-inundaciones que podrían haber evitado o al menos mitigado el desastre.
Especialmente se cuestiona el sistema anti-inundaciones de Porto Alegre, creado en la década de 1970 tras las dramáticas inundaciones de 1941 y 1967 para contener las aguas del Guaíba, que todos llaman río, pero es un estuario que atraviesa la ciudad y tiene cuatro ríos diferentes como afluentes: el Gravataí, el Caí, el Jacuí y el Siros. Sin embargo, 50 años después, la ciudad ha pagado un alto precio. La culpa es de la negligencia sistemática perpetrada tanto por el gobierno municipal como por el estatal.
Un estuario es un cuerpo de agua costero semiencerrado que se forma cuando las aguas dulces provenientes de los ríos y quebradas fluyen hacia el océano hasta desembocar en el mar, mezclándose con el agua salada.
La inundación en el interior del Museo de Arte de Rio Grande do Sul (MARGS) en Porto Alegre (Brasil). EFE/Ascom/Sedac
El ayuntamiento, como escribió el sitio de noticias Poder360, en lugar de solucionar seriamente el problema de las filtraciones había recurrido en años anteriores a “una solución medieval” colocando sacos de arena. “Los sacos de arena se utilizan para contener el agua sólo en una situación de emergencia y cuando no hay otra posibilidad. Es una alternativa para cuando no hay sistema de contención”, explicó a Poder360 el ingeniero civil y profesor de la UFRGS (Universidad Federal de Rio Grande do Sul) Fernando Dornelles.
También se descubrió que, de las 23 bombas hidráulicas encargadas de drenar el agua hacia afuera, sólo cuatro funcionaban a pleno rendimiento.
“Se produjo una situación similar a la de un barco agujereado, donde el agua entra por todos lados y se intenta sacarla con palanganas. En el caso del sistema de inundación de Porto Alegre, entró más agua de la que se podía sacar”, explicó Dornelles. Y cuando el agua llegó a la parte eléctrica de las bombas hidráulicas, hubo que apagarlas por riesgo de descarga eléctrica. Según los expertos, esta fue la principal causa de las inundaciones que desbordaron la capital de Rio Grande do Sul. Cabe recordar que mientras en 2021 el municipio de Porto Alegre había invertido 1,8 millones de reales (230 mil dólares) en el sistema anti-inundaciones, en 2022 la cifra se había desplomado a 141,9 mil reales (27 mil dólares) hasta llegar a cero en 2023.
Rescatistas acceden a las zonas más inundadas de Porto Alegre, Rio Grande do Sul (REUTERS/Diego Vara)
Además, la sociedad civil exige ahora explicaciones sobre por qué no se hizo nada cuando, el 30 de abril, una semana antes de las dramáticas inundaciones, el Centro Nacional de Vigilancia y Alerta de Desastres Naturales (Cemaden), organismo dependiente del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, alertó sobre el riesgo de una posible catástrofe en Rio Grande do Sul. Por no hablar de las advertencias emitidas en los últimos años por diversos climatólogos de que inundaciones como la de 1941 podrían volver a ocurrir, especialmente en el periodo de el Niño, el fenómeno climático que calienta el océano Pacífico en su zona tropical, tal y como ocurrió este año./Agencias