Crónica de un narco retén: ¿Quién nos grabó? ¿Quién es el copiloto?

Crónica de un narco retén: ¿Quién nos grabó? ¿Quién es el copiloto?

Badiraguato, México. Llegaron dos armados con rifles de alto poder a bordo de una cuatrimoto –de color rojo- a toda velocidad.

Desmontaron del vehículo en forma acelerada. Uno guardó distancia dos metros atrás –el que conducía- y el otro se acercó a nosotros.

-¿Quién nos grabó? –preguntó molesto.

Nadie le contestó.

Desesperado, irritado, interrogó gritando:

-¿Quién es el copiloto?

El sicario vestía pantalón y camisa de color arena y un chaleco negro, nuevos, no brillosos.

Traía un pasamontañas sobre el rostro y tomaba el cuerno de chivo con las dos manos.

Era algo así como en tono intimidatorio y a la vez en señal de alerta, comunicando que estaba listo para disparar.

El arma se veía nueva, como de paquete, sin desgaste, similar a las que venden en las tiendas de El Paso, en Alamo Shotter.

El Diputado y candidato se había adelantado a la ventanilla de una tienda de abarrotes para comprar refrescos.

Estábamos sobre la carretera que conduce de Badiraguato a Guadalupe y Calvo, ésa que construyó López Obrador.

Muy bien pavimentada, en el Triángulo Dorado, hecha para unir tres Estados, pero sin taludes.

En diez o doce pequeños tramos nos tocó ver derrumbes; algunos con piedras tan grandes que obstruían todo un carril de la narco rúa.

Regresábamos de Badiraguato, hasta donde habíamos ido en un viaje relámpago, de ida y vuelta, el mismo domingo, a efectuar un recorrido por la zona y comer mariscos frescos.

Nos paramos en una tienda de abarrotes a comprar algo de beber.

Dos kilómetros atrás, un retén de sicarios nos hizo el alto. Estábamos sobre la nueva carretera que hizo López Obrador.

Yo miré a dos embozados del lado izquierdo, a un lado de la cuatrimoto, y dos en media carretera, que revisaban vehículos y pedían información.

Uno de ellos se acercó a la ventana del chofer, que era el diputado Noel Chávez (también candidato a Diputado Federal) y nos preguntó por nuestro destino.

-A Chihuahua –respondió Noel.

Yo iba de copiloto, adelante, y atrás nos acompañaban el profesor Oscar Corral Saenzpardo (descendiente de uno de los asesinos de Pancho Villa) y Vicencio Chávez, ambos avecindados en Parral.

El sicario, muy vivo, nos preguntó si atrás nos habíamos topado con algo y no hubo más remedio que decirle la verdad:

-Está un retén del ejército –respondimos.

Efectivamente, antes de ellos, ni siquiera a un kilómetro de distancia, había un grupo de soldados apostados a los lados de la nueva carretera.

Estaban por todos los flancos, a la izquierda y a la derecha, arriba y abajo, en capas, colocados de manera muy estratégica para que si alguien intentara escapar o romper el cerco, el filtro siguiente no se lo permitiría.

Es obvio que el retén de los malos sabía del retén de los buenos (no pregunten cuál es cuál por favor).

Al fin y al cabo reportero, siempre reportero, olfato periodístico, agudizado por los años, el muchachón vio la nota cuando los sicarios revisaban un vehículo adelante.

Sacó este reportero discretamente el celular y empezó a grabar. Hundió el dedo en el zoom y la cámara del IPhone 15 se acercó al rostro de los sicas.

Fueron 23 segundos que parecieron una eternidad. Pero era oro puro.

Atrás, nuestros dos acompañantes, expresaron, con miedo y angustia:

-¡Ya deje de grabar, lic, nos van a ver!

-Serenos morenos, no pasa nada, no se asusten- respondí. El diputado se mantenía tranquilo, como si no se diera cuenta de nada.

Cuando nos tocó la revisión platicamos con uno de ellos y al cabo de uno o dos minutos, nos dejó ir.

Así que pensamos que todo había sido un éxito. Para festejar, nos paramos a comprar unos refrescos, apenas dos kilómetros adelante del narco retén.

Pero ahí fue cuando llegaron zumbando en la cuatrimoto.

Al preguntar quién era el copiloto, el sica empuñó el arma sobre el gatillo y miró directamente al profesor Corral Saenzpardo.

Dio a entender con movimientos corporales que se lo llevaría.

Este, a su vez, volteó a verme a mí, pálido y con ojos saltones, pero sin decir una palabra.

Hubiera sido injusto que algo ocurriera en ese momento y le dije al Sica:

-Yo soy.

Entonces dejó libre al profesor y me preguntó:

-¿Tú nos grabaste?

-Sí, yo los grabé- respondí secamente.

-Tráete el celular- me ordenó.

Fui por el aparato a la Jeep Sahara, de color rojo, que habíamos dejado abierta, a unos pasos, en cuyo asiento dejé el teléfono.

Se fue detrás.

Mientras abría el celular, le dije:

-Soy periodista, estamos en una carretera, déjame hacer mi trabajo.

-También es mi jale –respondió- y me mandaron por ustedes.

Una vez destrabado el cel me lo arrebató y se fue directamente al ícono de la fototeca. La abrió, bajó el carrete y encontró el video. Pulsó play y observó los 23 segundos que duraba el video.

-No se les mira la cara –repliqué.

Pero no me hizo caso.

-Es por nuestra seguridad –contestó.

¿Es por la seguridad de ustedes? Pensé, pero callé. ¿Borras el video por tu seguridad?

Creí que dejaría el video en la carpeta de Eliminados, pero ya se la sabía. Trató de entrar pero tiene candado del Face ID.

-Abrelo –volvió a ordenar.

Le hice caso.

-No vayas a borrar lo demás –le pedí.

-No. Nada más ése -respondió.

Borró el video y me entregó el celular.

Se treparon a la cuatrimoto de color rojo y salieron disparados.

Nos subimos al jeep en medio de un profundo silencio, sin saber qué decir. Ninguno de los cuatro habló.

El Profesor Corral Saenzpardo rompió el silencio y dijo:

-Ni modo, se le fue el Pulitzer mi lic- gritó y todos estallamos en risas.

De ahí nos fuimos callados, callados, hasta que Noel Chávez sacó su Tablet y puso una bola de corridos.

Luego nos preguntamos, una y otra vez: ¿Cómo supieron que los grabamos? ¿Quién se los dijo?

Recordamos que en la mañana nos tomamos un café en un Oxxo de la salida de Parral. Dos horas más tarde desayunamos un menudazo y caldo de pollo en Los Charcos, restaurante ubicado en Atascaderos, municipio de Guadalupe y Calvo.

En este lugar, la gente usa el momento para actualizarse en noticias, pues unos van y otros vienen y ahí se aprovecha el descanso y los alimentos para ponerse al corriente unos a otros.

Ya en territorio de Badiraguato, nos paramos en el Triángulo Dorado, (punto en el que se unen Chihuahua, Durango y Sinaloa) en donde ya no está la placa que ahí había porque con la nueva carretera la derribaron y no han vuelto a colocarla.

Fuimos en La Tuna a la casa, de color rosa, de doña Consuelo Loera, donde vivía la mamá de Joaquín El Chapo Guzmán, y enseguida a la finca anaranjada donde vivía el jefe de el Cártel de Sinaloa.

Arriba, en la cima del cerro, rodeada de árboles, está la palapa donde el poderoso jefe hacía reuniones top ten y muy cerca está el lugar donde comió el presidente López Obrador con los hijos de Joaquín Guzmán. Ese lugar donde zarandean por el codo a Andrés Manuel y le obligan a caminar para darle un mensaje.

Nos sorprendimos con la cercanía de las comunidades en donde han nacido y crecido los grandes capos del narcotráfico mexicano. Todas se hallan localizadas en el municipio de Badiraguato, en el Estado de Sinaloa.

En La Tuna nació Joaquín El Chapo Guzmán Loera; pegadita está Las Palmas, lugar de origen de Los Beltrán Leyva, sus primos; a un ladito Huixiopa, de Miguel Angel Félix Gallardo; Revolcaderos, donde vio la luz primera Amado Carrillo; de Babunica es Rafael Caro Quintero; San Francisco de Los Salgueiro, de dónde son Los Salgueiro de Parral y Ciénega de Silva, cuna de Pedro y Carmelo Avilés, esta última comunidad que es de Guadalupe y Calvo, pero que se halla unida a Badiraguato. Y otra por ahí cuya memoria escapa donde nació Manuel Salcido Unzueta, El Cochiloco, el verdadero.

La pregunta es: ¿qué tiene esa zona para que hayan surgido tantos grandes jefes del narcotráfico?

Antes habíamos hablado de Los Tiburcianos, esos misteriosos seguidores de Tiburcio, en Guadalupe y Calvo, que debían sacrificar a sus hijas para pertenecer a la secta.

Tiburcio fue asesinado en 1957 por Ponchito Avilés en la comunidad de Atascaderos, municipio de Guadalupe y Calvo.

Pero la noticia es que todavía existen tiburcianos en la región.

En Badiraguato comimos en una palapa huevos de tortuga, aguachiles al estilo local, con un sabor extraordinario de camarones y pulpo.

El candidato por el Noveno Distrito descubrió que por el río de la comunicación entre esa comunidad, Guadalupe y Calvo y en general toda la región, corre un afluente sin igual.

Llegamos a la ciudad de Chihuahua a las cuatro y media de la mañana del lunes. Había una calma inaudita sobre el Periférico de la Juventud.

Apenas una hora para dormir e ir a trabajar, hacer la orden de información, checar las notas del debate entre La Flaca y La Equis y arrancar la jornada de la semana.

Al cruzar la Avenida Aldama y tomar la Vicente Guerrero, nació la idea de hacer una crónica.

No había video pero existía la memoria.

¿Por qué no? me pregunté./laopcion.com.mx/(Osbaldo Salvador Ang