Esta noche platiqué con mi hermano, el menor de los varones del clan Domínguez Maro.

Él, un hombre siempre lleno de vida, siempre sonriendo, de buen sentimiento, de fama por siempre echar la mano a quien la necesita sin condición alguna, siempre positivo ante cualquier cosa, ante cualquier adversidad, me preguntó dubitativo:

-¿Sí la armaré carnal?

-¡Por supuesto cabrón que la vas a armar!-, le respondí.

-¡La principal medicina la tienes tú, está en ti, en tu mente, en tu querer ser!-, le respondí.

Acaba de cumplir  55 años. Hoy casi no puede hablar. Un tumor maligno le jode la garganta y en breve entrará a las sesiones de quimioterapia y de radioterapia.

Le platiqué de personas conocidas que con padecimiento similar han salido adelante; ya con la medicina, ya con la fe en sí mismos o bien, ya con la fe en su creencias religiosas.

-¡Con lo que sea, con lo que tu creas, pero especialmente con lo que tú quieras “la vas a amar”!-, insistí.

-Todos: Tu madre, tus hijos y nietos; tus hermanos y sobrinos, tus amigos y tus conocidos te queremos aquí, con nosotros. ¡Eres necesario, mete eso en tu cerebro y tendrás al menos la mitad de tu sanación! ¡No dudes en que la vas armar!-, le hice ver.

Estoy convencido que “la va a armar”, como dice él.

-¡Ignora las condolencias, las expresiones de lástima y las compasiones,  porque eso te joderá más! ¡Confía en tu fortaleza, en el ser que siempre has sido y ten fe en ti, en tu fortaleza mental, en la medicina y si tienes alguna creencia extraterrenal, adelante!-, lo arengué.

En la casa maternal cenamos carne asada a la plancha,  con buena guarnición, café y al final un trago de buen brandy. Cogió un par de leños de encino para alimentar el calentón, se sirvió otra onza de brandy y caminó a su casa, ahí a media cuadra.

-¡Si la vas a armar, está seguro de ello!- le grite de despedida.

Sin voltear a verme, levantó su mano libre en señal de asentimiento y siguió caminando.

En lo particular, sé que librar el cáncer y sobre todo en lugar en que lo padece, es proceso difícil. También en lo particular no creo en eso de que Dios nos trae al mundo cando quiere, ni que cuando quiere nos llama a cuentas. Mi madre y casi toda la familia son de pensar contrario. No lo no critico ni lo quito pero, a la fecha no he constatado que pregones religiosos hayan sido factor de sanación alguna. Sin embargo, sí creo en que los buenos deseos, en esos de mi para ti, en esos que salen del corazón, en los que emanan del alma. Esos  sí creo, influyen positivamente en la condición del enfermo.

A quienes conocen a Abel y, a quienes no, pero conocen a sus familiares y le desean años más de vida, les encargo sus buenas vibraciones; o bien, a los creyentes, sus oraciones sinceras, pero no esas de mero cumplido que luego se suelen expresar para salir del paso al saber de alguien en mala condición.

¡Te queremos hermano y ten por cierto que eres tú, con tu entereza y tu fe, con tus ganas de vivir, quien te sacará adelante. Los demás somos solo tu apoyo!

¡Estamos contigo!

reynaldo@elmejor.com.mx